jueves, 16 de septiembre de 2010

Guía para la meditación Zen.


La segunda mitad del siglo XX ha sido testigo de la llegada de las tradiciones espirituales orientales a Occidente, entre ellas el Budismo Zen con su practica básica, la meditación zazen. Actualmente se cuentan por centenares los centros de meditación zen en Estados Unidos, Canadá y Europa. También en España se observa un crecimiento progresivo de centros zen y de personas que lo practican. La práctica de la meditación zen está formando cada vez mas parte de nuestras costumbres. Sin lugar a dudas, este hecho está siendo muy positivo y tendrá una influencia cada vez mayor en nuestra manera de ser y de percibir la realidad.

El jardín secreto

Nuestra mente es a menudo parecida a un océano agitado en el que continuamente se agitan las olas de su actividad incesante: emociones contradictorias, pensamientos variados, sensaciones, expectativas, etc. La sociedad de consumo que sufrimos dirige nuestra atención hacia la realidad externa, en pos de la adquisición de bienes y de información. La industria del deseo excita nuestras ansias mostrándonos una zanahoria ilusoria magníficamente presentada por las agencias de publicidad. De esta manera la noria de nuestros días va girando y girando, año tras año, al mismo tiempo que la serenidad interior y el verdadero estado de felicidad se alejan cada vez más de nosotros.
En contraste, nuestro mundo interno permanece en la sombra. Nuestra mente es también como un jardín secreto abandonado en el que las zarzas y las malas hierbas, -los pensamientos obsesivos, las emociones perturbadoras, etc.-, crecen por doquier. Resultado de ello es un estado mental y emocional confuso, agitado, en definitiva, insatisfactorio. Sentimos malestar pero no sabemos lo que nos pasa. "Lo que nos pasa es que no sabemos lo que nos pasa. Por eso nos pasa lo que nos pasa", decía Ortega y Gasset. Para saber lo que nos pasa no tenemos más remedio que mirar dentro de nosotros mismos, comprendernos a nosotros mismos, hacernos íntimos con nosotros mismos, clarificar nuestras aspiraciones, simplificar nuestros deseos y encontrar el verdadero propósito de nuestra existencia. Esta es la mirada interna, el gran regalo que la meditación tiene reservado para cada uno de nosotros.

Generando calma mental

Zazen, la meditación zen, es una práctica espiritual muy antigua que fue actualizada y utilizada por el Buda Sakiamuni como vía de acceso a un estado existencial caracterizado por una profunda serenidad y una lucidez aguda, gracias a las cuales pudo realizar la verdadera naturaleza de la existencia y liberarse así de las falsas representaciones creadas por la mente ilusoria.
Veamos en qué consiste una sesión de zazen. La agitación mental viene dada por la dispersión (desenfoque) de la atención. Lo primero que tenemos que hacer al comenzar una sesión de zazen es, pues, calmar la agitación mediante la concentración (enfoque) de la atención. Para ello, en primer lugar, enfocamos la atención sobre la postura corporal. Creamos una base corporal sólida doblando las piernas en loto o en medio loto, de forma que las dos rodillas en contacto con el suelo y las nalgas en contacto con el zafu (cojín para zazen) formen una base estable sobre la que pueda erguirse el tronco. Estiramos bien la columna vertebral. Relajamos los hombros. La cabeza permanece justo sobre los hombros, sin inclinarse hacia delante, detrás, izquierda o derecha. Dejamos caer los brazos a lo largo del cuerpo y disponemos la mano izquierda sobre la mano derecha, ambas pegadas al bajo vientre.
Una vez que nos hemos cerciorado de que la postura corporal es correcta y equilibrada, enfocamos la atención sobre la respiración. Enfocar la respiración sobre la respiración no quiere decir "controlar" la respiración. La respiración no necesita ser controlada. Sucede por ella misma. La inspiración sucede a la espiración y ésta a la inspiración siguiendo un ciclo natural en el que la voluntad de manipular sobra. Simplemente permanece atento a la respiración como si tu atención fuera un corcho que flota sobre las olas de la inspiración y de la espiración. Eso sí, no dejes que tu atención sea atraída por nada que no sea la respiración. No luches contra las distracciones. Simplemente enfócate con determinación sobre la respiración. De esta forma, naturalmente, automáticamente, inconscientemente, tu actividad mental se calmará.

Nadando en las aguas cristalinas

Cuando la superficie del agua de la mente está agitada es imposible observar el fondo. Todo se vuelve confuso. Sin embargo, cuando la superficie se ha calmado entonces puedes observar claramente el fondo y sus contenidos.
Una vez que sientas que tu mente se ha aquietado gracias a la concentración sobre la respiración, puedes abrir el campo de la atención gracias a la observación. Los principiantes deben ser muy cautelosos a la hora de pasar a la observación y deben asegurarse de que el nivel de concentración, o quietud, no sufre mengua.
Puedes enfocar tu atención sobre las sensaciones: corporales, visuales, auditivas, gustativas, olfativas y tomar conciencia (observar) de cada una de ellas. Aquí debes tener mucho cuidado. ¿Por qué? Por lo general, la mente tenderá automáticamente a catalogar las sensaciones como agradables, desagradables y neutras. Las sensaciones agradables generarán automáticamente una actitud emocional de apego, las desagradables de rechazo y las neutra de indiferencias. Cuando una ola se levanta, otras muchas la siguen inmediatamente y de esta forma puedes encontrarte de pronto en un mar agitado, zarandeado por las olas del apego y del rechazo.
La observación sólo puede tener lugar desde la ecuanimidad de la concentración. Si sientes que estás perdiendo la ecuanimidad, debes abandonar inmediatamente la observación y volver a enfocar tu atención sólo en la respiración, de forma que la concentración y la quietud que la acompañan sean reforzadas.
La concentración (ecuanimidad) es el submarino mono-plaza que proporciona la protección necesaria para explorar (observar) la riquísima fauna y flora de nuestra conciencia, sin peligros.

Observando el color de las lentes

Si tu concentración es notable y durante un espacio de tiempo aceptable has estado explorando la riqueza de la actividad sensorial de tu mente, puedes dar un paso más y enfocar tu atención en tus actitudes emocionales. La amplia gama de emociones que los seres humanos somos capaces de experimentar tiene tres raíces principales: el rechazo y toda su familia (aversión, odio, antipatía, malevolencia, etc); el apego y toda su familia (aferramiento, simpatía, identificación, etc.) y la indiferencia y toda su familia (desinterés, etc.)Como se ha dicho ya, el rechazo suele acompañar a las sensaciones y pensamientos que la mente considera desagradables. El apego viene acompañando a las sensaciones y pensamientos considerados agradables y la indiferencia acompaña a las sensaciones y pensamientos considerados neutros.
Observar las actitudes emocionales a través de las cuales percibimos la realidad es una práctica sutil y difícil que necesita una cierta experiencia y un poder considerable de ecuanimidad. Se trata de tomar conciencia del color de las lentes a través de las cuales percibimos la realidad y, en la mayoría de los casos, una mente no entrenada es incapaz de discernir la realidad objetiva de su percepción subjetiva. Gracias a la práctica de la observación de las actitudes emocionales, la mente misma puede verse a sí misma con mayor objetividad y liberarse de las lentes coloreadas o, al menos, tomar conciencia del color (la deformación) a través del cual está percibiendo. Esta práctica genera una mayor ecuanimidad emocional y libera a la mente del penduleo extremo entre el apego ciego y el rechazo visceral.

Observando el observador

Si tu práctica de zazen evoluciona naturalmente a lo largo del tiempo, tarde o temprano te enfrentarás a la paradoja del observador observado. ¿Quién es el que observa? O mejor aún, ¿desde dónde parte la observación? Lo observado depende del punto de vista desde el que se observa. Según el punto desde el que parte la observación, la realidad observada será una u otra. En este nivel de zazen, puedes tomar conciencia de los contenidos mentales (programas, metaprogramas, sintaxis, etc.) o presupuestos inconscientes desde los que parten tu observación de la realidad que estás experimentando. Al tomar conciencia de ellos puedes darte cuenta al mismo tiempo hasta qué punto te sientes identificado (apegado) con ellos. Si, gracias a una observación ecuánime, permites que esa identificación emocional se disuelva, esos metaprogramas cognitivos perderán consistencia y podrás liberarte de ellos. De esta forma, al cambiar los presupuestos de tu observación, una nueva realidad aparecerá ante tus ojos.
Una vez en este punto, ya no podemos decir a ciencia cierta si es el observador el que observa la realidad o es la realidad la que observa al observador. Como decía Alan Watts, te experimentas a ti mismo "como una abertura a través de la cual el universo se observa a sí mismo". En palabras de un maestro zen:
"Miro la flor
Y la flor se ve a si misma
a través de mí.
La flor me mira
Y me veo a mis mismo
A través de ella".

Más allá del observador y de lo observado

Tu conciencia (la conciencia que el mundo toma de sí mismo a través de ti) no es tuya. Carece de propietario. Su naturaleza es su propia luz, gracias a la cual la realidad es lo que es en cada momento. Si has llegado hasta aquí tu mente iluminada verá que las cosas son lo que son y las aceptarás plenamente tal y como son. Si no has llegado hasta aquí, las cosas son lo que son aunque no lo veas ni lo aceptes.

Luz y sombra

Si te has sentado en zazen buscando la luz del espíritu no te extrañes si te encuentras de frente con tus propias sombras, con los aspectos más recónditos de tu inconsciente que permanecen ocultos a tu propia conciencia ordinaria. Un viejo maestro zen dijo: "La luz existe en la oscuridad, no veas sólo oscuridad. La oscuridad existe en la luz, no veas sólo luz. Luz y oscuridad depende la una de la otra como el paso de la pierna izquierda depende del paso de la pierna derecha". La toma de consciencia de tu propia oscuridad y la aceptación de la misma son requisitos básicos para comenzar a poner un poco de luz en la sombra. De la misma manera que el reconocimiento de la propia ignorancia es el comienzo del camino hacia la sabiduría, el reconocimiento de la propia sombra es el comienzo del camino hacia la claridad. Cuida de no caer en actitudes extremas: no creas que por haber clarificado un par de cosas ya lo has clarificado todo, no creas que por que has encontrado zonas oscuras, toda tu mente es oscuridad. La oscuridad existe gracias a la luz que la percibe. Como decía el maestro Kodo Sawaki: "La oscuridad de la sombra del pino depende de la claridad de la luna".

La guía y el guía

Esta guía para la meditación zen es como un pequeño mapa introductorio. No pienses que con él podrás iniciarte a la práctica de la meditación zen. Las instrucciones directas de un maestro zen son imprescindibles. La meditación zen es mucho más que una técnica de meditación y ni siquiera un grueso manual puede suplir la enseñanza directa de un maestro zen, de persona a persona, de corazón a corazón. El secreto de zazen no está tanto en la técnica como en la actitud (ética) con la que se practica.

Cuatro actitudes básicas

A la hora de abordar una sesión de zazen es importante cultivar cuatro actitudes básicas:
1. Actitud corporal. La posición corporal debe combinar dos aspectos: estabilidad y vigilia. La postura de zazen en loto o en semiloto es la que obtiene el mejor resultado de la relación estabilidad-vigilia. En cualquier caso, es fundamental que la postura te permita permanecer inmóvil y atento el mayor tiempo posible. A esto se le llama estabilidad.
2. Actitud emocional. No te apeges ni rechaces emocionalmente ningún contenido de los que aparecen en tu campo de conciencia. Acepta cada sensación, emoción o pensamiento tal y como es, sin elegir ni rechazar. Si aparece en ti el apego o el rechazo, toma conciencia de que el apego o el rechazo ha surgido en ti y déjalos estar sin darles importancia. A esto se le llama ecuanimidad.
3. Actitud mental. No tomes partido ni por ni contra nada, sea lo que sea. No juzgues tus propios sentimientos, sensaciones o pensamientos. No digas: "Esto está bien, esto está mal". Si aparecen juicios y valoraciones en tu mente, toma conciencia de los juicios y valoraciones que han surgido y déjalos estar sin darles importancia. A esto se le llama objetividad.
4. Actitud espiritual. No huyas ni persigas nada, sea lo que sea. No quieras alcanzar nada ni liberarte de nada, sea lo que sea. Simplemente quédate ahí, observando, aceptando que cada cosa es lo que es en este momento. A esto se le llama apertura interior.

Efectos de la meditación zen

No emprendas la práctica de zazen buscando resultados inmediatos. La meditación no es una máquina expendedora de refrescos. Enfócate en el presente y olvida el pasado y el futuro. Si continuas practicando cada día con perseverancia, sus efectos irán apareciendo sutil y paulatinamente. Entre ellos cabe destacar:
Despertar. Las conciencias sensoriales se agudizan. El nivel de atención aumenta. La conciencia de los actos, palabras, pensamientos y sentimientos se vuelve clara. Esto hace que la mente en general pueda permanecer en un estado de despertar óptimo.
Integración. Se reduce la tensión generada por las contradicciones. Las parejas de opuestos (cuerpo-mente, yo-otros, bien-mal, amor-odio) comienzan a trabajar en sincronicidad armónica.
Integridad. La armonización de las contradicciones y el estado de despertar te ayudarán a sentirte íntegro y total en tus acciones, palabras y pensamientos. Eres lo que eres y en cada momento estás haciendo lo que estás haciendo, plenamente, con la totalidad de ti mismo.
Centramiento. La integridad contigo mismo y en ti mismo te permitirá permanecer en todo momento centrado en tu propio eje, tanto física como emocional y mentalmente. Aunque todo se mueva dentro de ti y/o a tu alrededor, sabrás encontrar el centro inmóvil y morar en él con calma.
Apertura. La firmeza interior generada por el profundo centramiento al que induce zazen te permitirá abrirte al mundo sin miedo y, al entrar en contacto con él, podrás tomar conciencia del dolor y del sufrimiento de los demás seres vivientes, así como de la gran oportunidad que es la vida humana.

Meditación Vipassana




Todos buscamos la paz y la armonía, porque carecemos de ellas. De vez en cuando todos experimentamos agitación, irritación, falta de armonía, sufrimiento; y cuando padecemos la agitación, no guardamos esta miseria limitada en nosotros, sino que continuamente la distribuimos a los demás. Una persona desdichada impregna el ambiente que le rodea de agitación, y quienes estén cerca de ella también se alteran, se irritan. Ciertamente, ésta no es la manera adecuada de vivir.



Tenemos que vivir en paz con nosotros mismos y en paz con los demás porque, en definitiva, los seres humanos somos seres sociales que vivimos dentro de una sociedad interrelacionada. ¿Pero como vivir en la paz y armonía internas, y mantenerlas para que los demás puedan también vivir en paz y armonía?



Para poder librarnos de nuestra agitación, tenemos que conocer la razón básica de la misma, la causa del sufrimiento. Al investigar este problema, nos damos cuenta que nos sentimos agitados en cuanto generamos negatividades o contaminaciones en la mente. La negatividad, la contaminación o la impureza mental, no pueden coexistir con la paz y la armonía.



¿Cómo empezamos a generar negatividades? También ahora nos damos cuenta, al investigar, de que nos sentimos desdichados cuando estamos con alguien que se comporta de una manera que no nos gusta o cuando sucede algo que nos desagrada. Cuando ocurre algo que no deseamos, surge tensión en nuestro interior y también surge cuando no ocurre o existen obstáculos para que se cumpla algo que deseamos, y con todo ello empezamos a atar nudos en nuestro interior. Y como durante toda la vida van a suceder cosas que no queremos y las queridas puede que sucedan o puede que no sucedan, no cesamos en este proceso de reacción de atar nudos - nudos gordianos - que hacen que toda la estructura física y mental esté en tensión, llena de negatividades, convirtiendo nuestra vida en continua desdicha.



Una manera de resolver este problema sería arreglárnoslas para que en nuestra vida no ocurra nada no deseado, para que todo sea tal como deseamos. Para lograrlo deberíamos desarrollar en nosotros mismos el poder o bien conseguir que venga en nuestra ayuda alguien que lo tenga, para que las cosas no deseadas no sucedan y solo sucedan las cosas deseadas. Pero eso es imposible. No existe nadie en el mundo que pueda satisfacer todos sus deseos, en cuya vida todo transcurra como quiere, sin que pase algo no deseado. Constantemente ocurren cosas que van en contra de nuestros deseos y querencias, de ahí la pregunta oportuna: ¿Cómo podemos dejar de reaccionar ciegamente cuando debamos enfrentarnos a situaciones que no nos gustan? ¿Cómo podemos dejar de generar tensión y permanecer llenos de paz y de armonía?



Tanto en la India como en otros países hubo personas santas y sabias que estudiaron este problema - el problema del sufrimiento humano -, y encontraron una solución: cuando ocurre algo no deseado y empezamos a reaccionar con ira, miedo o cualquier negatividad, hay que dirigir lo antes posible la atención a cualquier otra cosa, por ejemplo te levantas, coges un vaso de agua y empiezas a beber; de esta manera la ira no solo no se multiplicará sino que empezara a disminuir: O empiezas a contar: uno, dos, tres, cuatro... O repites una palabra, o una frase, o un mantra, o quizá el nombre de una persona santa hacia la que sientas devoción. Así desviamos la mente y hasta cierto punto nos liberamos de la negatividad, de la ira.



Esta solución era útil, funcionaba y aun funciona; practicándola, la mente se siente libre de agitación. No obstante solo funciona en el nivel de la mente consciente porque lo que de hecho hacemos al desviar la atención es empujar la negatividad a lo mas profundo del inconsciente donde sigues generándola y multiplicándola. Hay paz y armonía en la superficie, pero en las profundidades de la mente hay un volcán dormido de negatividad reprimida que antes o después entrará en erupción con una gran explosión.



Hubo otros exploradores de la verdad interna que llegaron algo más allá en su búsqueda, y que tras experimentar en su interior la realidad de la mente y de la materia se dieron cuenta de que desviar la atención es solo huir del problema. Escapar no es una solución, hay que enfrentarse al problema; cuando surja una negatividad en la mente, obsérvala, hazle frente y tan pronto como empieces a observar la contaminación mental, empezará a perder fuerza y poco a poco se irá marchitando y podrá ser arrancada de raíz.



Es una buena solución que evita los dos extremos: represión y dar rienda suelta. Enterrar la negatividad en el inconsciente no la erradicará y permitirle manifestarse con un acto físico o verbal dañino solo creará más problemas. Pero si te limitas a observarla, la contaminación desaparece y habrás erradicado esa negatividad, estarás libre de esa contaminación.



Esto suena muy bien, pero ¿es practicable en la realidad? ¿Resulta fácil para una persona corriente enfrentarse a las contaminaciones? Cuando surge la ira, nos coge tan de sorpresa que ni siquiera nos damos cuenta de ello. Arrastrados por la ira cometemos actos físicos o mentales que nos dañan a nosotros y a los demás. Poco después, al desaparecer la ira, empezamos a llorar y a arrepentirnos, pidiendo perdón a los demás o pidiendo perdón a Dios: "Oh, he hecho un error, perdóname". Pero la próxima vez que nos encontremos en una situación semejante volveremos a reaccionar igual. Este arrepentimiento no nos habrá servido para nada.



La dificultad estriba en que no somos conscientes del momento en el que comienza esta contaminación. Empieza en las profundidades de la mente inconsciente y cuando llega al consciente ha tomado tal fuerza que nos arrastra y no podemos observarla.



Supongamos por un momento que empleo un secretario privado para que me avise cuando surja la ira diciéndome: "Mire, va a aparecer la ira". Pero como no sé cuando va a surgir la ira tengo que emplear tres secretarios haciendo tres turnos que cubran las veinticuatro horas del día. Supongamos que puedo mantener ese gasto y aparece la ira. Inmediatamente mi secretario diría: "Mire, la ira ha comenzado". Lo primero que haría sería darle una mala contestación: "¿ Eres tonto, crees que te pago para que me lleves la contraria?". La ira me arrastraría de tal forma que un buen consejo no podría ayudarme.



Supongamos que prevalezca la sabiduría y que no le regaño sino que le digo: "Muchas gracias, ahora debo sentarme y observar mi ira". Pero, ¿acaso es eso posible? Nada más cerrar los ojos para observar la ira, y el objeto de mi ira, ya sea una persona o un incidente, surge de inmediato en mi mente y ya no observo la propia ira sino meramente el estímulo externo de aquella emoción, lo cual, sólo conducirá a la multiplicación de la ira y por tanto, no es una solución. Es muy difícil observar una negatividad abstracta, una emoción abstracta divorciada del objeto exterior que la originó.



Sin embargo, hubo alguien que habiendo llegado a la verdad última encontró una solución auténtica. Descubrió que al surgir una contaminación en la mente ocurren dos cosas simultáneamente al nivel físico: la respiración pierde su ritmo normal, - es fácil observar que respiramos más fuerte cuando surge una negatividad - y en niveles más sutiles se inicia en el cuerpo una reacción bioquímica que da lugar a una sensación. Todas las contaminaciones generan algún tipo de sensación en el cuerpo.



Esto nos ofrece una solución practica: una persona corriente no puede observar las contaminaciones abstractas: miedo, ira o pasión, pero con un adiestramiento adecuado y practicando es fácil observar la respiración y las sensaciones del cuerpo, y ambas están relacionas directamente con las contaminaciones mentales.



La respiración y las sensaciones ayudan de dos formas: primero se comportaran como secretarios privados y en cuanto surja una impureza la respiración dejará de ser normal y empezara a gritarnos: "¡Algo va mal!". Y como no podemos regañar a la respiración tenemos que aceptar el aviso. De igual forma también las sensaciones nos dirán que algo va mal. Tras habernos avisado podemos empezar a observar la respiración, a observar las sensaciones y nos daremos cuenta de que la impureza desaparece enseguida.



Este fenómeno físico - mental es como una moneda, en una cara están los pensamientos y las emociones que surgen en la mente y en la otra: la respiración y las sensaciones del cuerpo. Todos los pensamientos y emociones, todas las impurezas mentales que surgen se manifiestan en la respiración y en las sensaciones de ese momento. Por eso, al observar las sensaciones o la respiración estamos observando, de hecho, las contaminaciones mentales. En vez de huir del problema nos enfrentamos a la realidad tal y como es, las negatividades ya no nos arrastrarán como hicieron en el pasado y si perseveramos terminarán por desaparecer y permaneceremos felices y en paz.



De esta forma la técnica de la auto-observación nos muestra los dos aspectos de la realidad: el interno y el externo. Antes sólo mirábamos al exterior perdiendo la verdad interna; buscábamos en el exterior la causa de nuestra desgracia culpado siempre a algo o a alguien e intentábamos cambiar la realidad externa. Al ignorar la realidad interna, no comprendíamos que la causa del sufrimiento se encuentra en nuestro interior, en nuestras reacciones ciegas hacia las sensaciones agradables o desagradables.



Ahora, al adiestrarnos, podemos ver la otra cara de la moneda, podemos ser conscientes de nuestra respiración y también de lo que ocurre en nuestro interior. Sea lo que sea, respiración o sensación, aprendemos a observar sin desequilibrar la mente. Dejamos de reaccionar y de multiplicar nuestra desdicha y permitimos que las contaminaciones se manifiesten y desaparezcan.



Las negatividades se disuelven más deprisa cuanto más se practica esta técnica. Poco a poco la mente se libera de las contaminaciones y se hace pura. Una mente pura está siempre llena de amor, amor desinteresado hacia los demás, llena de compasión hacia el sufrimiento y las faltas ajenas, llena de alegría al ver los triunfos y la felicidad de otros, llena de ecuanimidad en cualquier situación.



Al llegar a este estado nuestra conducta habitual cambia, ya no es posible cometer actos físicos o verbales que puedan perturbar la paz y la felicidad ajenas. Una mente equilibrada esta llena de paz e impregna el ambiente que la rodea de paz y de armonía que también afectan a los demás ayudándoles.



Al aprender a mantenernos equilibrados haciendo frente a lo que experimentamos en nuestro interior, desarrollamos también el desapego hacia todo lo que nos deparen las situaciones externas. Pero este desapego no es escapismo o indiferencia hacia los problemas del mundo. Quienes practican Vipassana con regularidad se sensibilizan más a los sufrimientos de los demás, y hacen cuanto pueden para aliviar el sufrimiento en la forma que puedan, sin agitación, con la mente llena de amor, compasión y ecuanimidad. Aprenden la santa indiferencia, aprenden a entregarse por completo, a ocuparse totalmente de ayudar a los demás, manteniendo simultáneamente el equilibrio mental. Así permanecen llenos de paz y de felicidad mientras trabajan por la paz y la felicidad de los demás.



Esto es lo que el Buda enseñó: un arte de vivir. No fundó una religión, un "ismo", ni enseñó ritos o rituales ni ninguna fórmula vacía a quienes se acercaban a él, sino que les enseñó a observar la naturaleza tal y como es, observando la realidad interna. Debido a nuestra ignorancia reaccionamos constantemente de manera que nos dañamos o dañamos a los demás, pero cuando surge la sabiduría, - la sabiduría de observar la realidad tal y como es -, desaparece el hábito de reaccionar y cuando dejamos de reaccionar a ciegas somos capaces de realizar actos verdaderos, actos que emanan de una mente equilibrada, de una mente que ve y comprende la verdad. Un acto así, sólo puede ser positivo, creativo, capaz de ayudarnos a nosotros y a lo demás.



Por eso es necesario "conocerse a sí mismo", consejo que dan todos los sabios. Conocerse no sólo intelectualmente en el nivel de ideas y teorías, no sólo emocional o devocionalmente aceptando a ciegas lo que hemos visto u oído, tal conocimiento no es suficiente, mas bien debemos conocer la realidad a través de la experiencia. Debemos experimentar directamente la realidad de este fenómeno físico - mental, pues es lo único que nos ayudará a liberarnos de las contaminaciones, a liberarnos del sufrimiento.



Se llama meditación Vipassana a esta experiencia directa de nuestra realidad, a esta técnica de auto -observación. En el idioma que se utilizaba en la India en la época del Buda "passana" significaba ver las cosas en la forma corriente, con los ojos abiertos; pero "vipassana" es observar las cosas tal y como son, no como parecen ser. Hay que penetrar a través de la verdad aparente hasta llegar a la verdad última de la estructura mental y física. Al experimentar esta verdad aprendemos a dejar de reaccionar ciegamente, a dejar de generar contaminaciones, y de forma natural las contaminaciones antiguas van erradicándose poco a poco. Así nos liberamos de la desdicha y experimentamos la felicidad auténtica.



En un Curso de meditación Vipassana. se dan tres pasos. El primer paso es abstenerse de cualquier acto físico o verbal que pueda perturbar la paz y la armonía de los demás. No podemos liberarnos de nuestras contaminaciones mentales si continuamos realizando actos de obra o de palabra que están multiplicando estas contaminaciones. Por eso el primer paso de esta práctica es un código moral. Nos comprometemos a no matar, no robar, no tener una conducta sexual inadecuada, no mentir y no tomar intoxicantes. Al abstenerse de estos actos permitimos a la mente que se serene lo suficiente como para poder continuar.



El segundo paso es aprender a controlar nuestra mente salvaje adiestrándola para que se concentre en un único objeto: la respiración. Intentamos mantener la atención en la respiración el mayor tiempo posible. Este no es un ejercicio de respiración porque no intentamos regularla, sino que la observamos tal y como es, de forma natural, tal y como entra, tal y como sale. De esta forma aumentamos la serenidad de la mente para que no se deje arrastrar por negatividades intensas y al mismo tiempo vamos concentrándola y haciéndola más afilada, más penetrante, más capaz de trabajar internamente.



Estos dos primeros pasos, vivir con moralidad y controlar la mente son muy necesarios y beneficiosos en sí mismos pero conducen a la represión a menos que demos un tercer paso que consiste en purificar la mente de las contaminaciones, desarrollando la visión cabal de nuestra propia naturaleza. Esto es Vipassana, la experimentación de nuestra propia realidad, observando en nosotros mismos de forma sistemática y desapasionada este fenómeno de mente y materia en constante cambio que se manifiesta en sensaciones. Esta es la culminación de la enseñanza del Buda: la auto - purificación a través de la auto - observación, algo que puede ser practicado por todos y cada uno de nosotros. Todos nos enfrentamos al problema del sufrimiento, es una enfermedad universal que requiere un remedio universal, no un remedio sectario. Cuando sentimos ira no es una ira budista, una ira hinduista, o una ira cristiana. La ira es ira. Cuando a resultas de esta ira nos sentimos agitados, la agitación no es una agitación cristiana, judía o musulmana. La enfermedad es universal y el remedio debe ser universal.



La Vipassana es este remedio. Nadie puede objetar a un código de vida que respeta la paz y la armonía de los demás. Nadie puede objetar el desarrollo del control sobre la mente. Nadie puede objetar al desarrollo de la visión cabal de nuestra propia naturaleza para posibilitar la liberación de la mente de sus negatividades. La Vipassana es un sendero universal.



Observar la realidad tal y como es, observando la verdad interior, uno se conoce a sí mismo directamente a través de la experiencia. Con la práctica nos liberamos de la desdicha que acarrean las contaminaciones. Partiendo de la verdad externa, burda y aparente, penetramos en la verdad última de la mente y la materia. Esto también terminan por trascenderse y se experimenta una verdad que esta más allá de la mente y la materia; más allá del tiempo y del espacio, más allá del campo condicional de la relatividad: la verdad de la liberación total de todas las contaminaciones, de todas las impurezas, de todo el sufrimiento. No importa el nombre que se de a esta verdad última, es la meta final de todos nosotros.



¡Ojalá que experimentes esta verdad última! ¡Ojalá que todos se liberen de las contaminaciones y de la desdicha! ¡Ojalá que todos gocen de una paz autentica, una paz real, una armonía real!



PUEDAN TODOS LOS SERES SER FELICES